Ver, ni deber.

Todavía no lo vi,
pero lo sé.
Aunque no haya escuchado su nombre, 
entiendo su forma de andar,
ese saber ir por la vida
buscando lo original
arrebatando -con complicidad- la sonrisa callejera
de los que se cansaron de buscar.

Está. Donde todavía no sé si estuve
pero quiero volver a estar, 
está...

Algo nuevo,
a la deriva de la sensatez,
encuentra lo que no entiende y
reconoce lo que es, ya no pretende
cara, paciencia, ni edad.
Alcanza lo que hay,
la mutación del instante se desprende,
y el deber, ahora nace de ver.