Finito el tiempo

El único límite que conozco al “creer es crear” es mis ganas de vivir infinito y mi convicción de la finitud del tiempo… Recuerdo “Waking life”: "En realidad, la brecha entre, digamos, Platón o Nietzsche y el humano promedio es mayor que entre los chimpancés y que el humano promedio. El reino del espíritu auténtico, el verdadero artista, el santo, el filósofo, rara vez es alcanzado. ¿Por qué tan pocos? ¿Por qué la historia del mundo y la evolución no son historias de progreso, sino más bien esta interminable y fútil acumulación de ceros? Valores mayores no se han desarrollado. Mierda, los griegos hace 3.000 años, eran tan avanzados como nosotros. ¿Cuáles son estas barreras que detienen a las personas de llegar a cualquier lugar cercano a su potencial real? La respuesta a esta pregunta se puede encontrar en otra pregunta, que es: ¿Cuál es la característica humana más universal - el miedo o la pereza? ". Ambas, diría yo. La acumulación de recursos vino a ofrecernos el imaginario de finitud, asociado a la necesidad de darse una practicidad/utilidad al hecho de estar vivo, al mismo tiempo que se la fraccionaba. Tantos segundos, son tantas horas, que hacen tantos meses y así te podés morir en tantos minutos ¡ACTUÁ!

Los griegos se enfrentaron con la situación de cuestionarse, planteando una desigualdad estructural contra los que no tenían ese privilegio. La desigualdad en la especie humana existe desde que existe el humano. Y dista mucho de parecerse a las condiciones de desigualdad en las manadas de los demás mamíferos. Existen líderes en todas las especies de animales, pero somos la única capaz de razonar contra-natura, contra nosotros. Inventamos un sistema para no ser perezosos, moverse para hacerse del alimento necesario y vivir sin estrés parece un panorama poco alentador para la mente humana. La capacidad de razonar nos impone aprovecharla, exigimos el máximo confort a nuestro cerebro para ir sobrellevando el mundo que vamos diseñando, al unísono, a prueba y error, guiados por una conciencia, inconsciente y, colectiva.


Despertar a la vida es casi como conjugar las 9 revelaciones de James Readfield con los aforismos de Nietzsche, después de haber leído a Wittgenstein y de ver una película sobre la vida de Marie Curie. Un cuanto contradictorio, lógico, apasionante e intelectual. La intelectualización de la idea es el “yo creo”, se crea lo que se cree a partir de la proyección mental. El sueño lúcido es ese momento donde el tiempo que conocemos como tiempo no existe. No hay un reloj para medir el tiempo ahí, por eso somos inmortales en el sueño ¿Y la vida existe sin el tiempo? Nuestros ojos han experimentado la muerte, sea de un insecto, de un drama policial televisado, de un familiar, etc. Sabemos que alguien que puede dejar de Ser, de existir, de un momento a otro. Reconocemos la muerte aunque tengamos el cuerpo tangible del difunto en brazos, y sabemos que “ya no está” aunque nos pese su cuerpo. Se le acabó el tiempo. Es como que si desde que salimos de nuestra madre se nos enciende un reloj que nos determina, nos dice que tenemos todo el tiempo que él disponga para hacer todo lo que queramos en esta experiencia vital, después ya está. Se te acabó el tiempo.