Mi política no tiene nada que ver con la de este nuevo gobierno, ni tampoco con el anterior. Dieron para elegir dos modelos de gobierno antagónicos; el que se fue nos dijo que no miremos para afuera, que nos ocupemos fronteras para adentro; el que vino ahora nos dice que no podemos obviar que estamos inmersos en un mundo político y que nuestras fronteras deben acordar con otras.
Hubo dos opciones:
a) Discurso nacionalista;
b) Discurso globalizador.
A mi me faltó la opción de "ninguna de las anteriores son correctas".
Los año pasan, y yo sigo sin creer en las fronteras. No encuentro lugar en la lógica para dividir políticas sin criterio de elección personal. El nacionalismo es retroceso, aferrarnos a la historia es atadura, eligir de adversario al progreso no libera. La globalización es la vedette de la mentira, la promesa de la clase media y la realidad de los opresores. Ambas ideas llevan al desastre de las ideas. La política se pensó para que deliberen pocos mientras muchos se entretienen. Te pagan por la atención, pero no por la que das sino por la que te prestan. Votás, elegís, una vez cada cuatro años te sirve un tríptico de papel de diario con colores que tiñen la propaganda de una mueca planeada. El sobre en la urna, ese es tu grito. Un grito secreto, obligatorio, universal, sin eco, no sueña.
Vale aclarar que de lo que hablé fue de políticas y no de realidades, dado que en la práctica los referentes de los modelos antagónicos mutan sus delitos por antonomasia.
¿Qué se elige cuando tu opción no cabe en las ideas de los que eligen?
Leer una buena novela, acariciando al perro.