Una pequeña babilonia que de a ratos se me confunde con tribu. Personajes que buscan (y encuentran) en un mes recolectar para sobrevivir otros once, usan la astucia de ofrecer el mejor servicio al más bajo precio (y viene con sonrisa incluída)... El "hippie" y el "marginal" son muy buenos en determinadas cuentas. Los hippies son cada vez más chicos, o yo no estoy parando de crecer, los "marginales" es un término que me estaría prestando el Psicólogo David Diaz Fridman (quién también me hizo de guía -casi- local en mi primer "excursión" en este reparo de viento cordillerano). El bolsón es todo comillas, porque acá sí vale como cada uno lo ve, acá esta todo bien con estar bien. Un mes. Enero hace del bolsón un mundo que deja de existir con la crecida de la caña de febrero y sus amigas las ratas, el viento se repara pero espanta, en invierno no hay para que turistas hagas esquí, y nieva, sí que nieva...
Se quedan los que aman este lugar, los que por ahora no decidieron a dónde ir, los que tomaron una porción de tierra cerca de los 70 y mantienen la tenencia en busca de la expropiación del dominio estatal, los que toman tierras hoy, los últimos descendientes de aborígenes que originariamente ocuparon el lugar, y algunos más con los que no llegué a charlar. Es muy particular la vida del montañés... La gente de montaña tiene ese temple que esconde anécdotas cargadas de aventuras que salen a montones al poco rato de entablar confianza, tienen una manera particular de entretenerme y desafiarme con sus historias... En parte porque me hubiese gustado nacer cerca de la energía de la montaña, en gran parte porque no le tienen miedo a la inmensidad.
Dicen que la energía acá es contagiosa,
yo creo en que la agarré.