Un torneo de desesperación que busca llegar ansioso a la meta me descubre corriendo, cual si fuese yo el conejo de Alicia, como si no pudiese dejar de llegar tarde a todas las reuniones donde me demandan estar atenta. Hace más de un mes que no escribo, creo que eso me hizo mal. Por suerte, en este instante se va remediando, con cada tecla que tocan las yemas de mis dedos el mal se aleja y el reloj vuelve a dejar de importar, la vorágine se me olvida, lo vuelvo a pitar, afuera está la luna, el frío ya llegó y mi perro ahora duerme más cerca del fuego (sí, hay un hogar en este hogar, aunque los leños no son de madera y el fuego sale de algo así como una hornalla gigante que se llama anafe).
El post de hoy cuenta de un cuento con moraleja, dónde O´Henry me narra, con nueva voz y las mimas palabras, que el amor se equivoca cuando resigna, y que incluso acierta cuando está equivocado. "Los regalos perfectos" cuenta que dos enamorados empeñan por separado "su tesoro", para comprar lo que al otro le falta para complementar su "su tesoro", esto es: ella desea un broche para su pelo que atesora, él desea una cuerda de oro para su reloj que atesora. Ella vende su pelo, él vende el reloj. Ambos - y en época de Navidad- compran lo que el otro quería para obsequiárselo; y ya no puede usar -claro está.
{Qué pocas palabras necesité para tan buena historia...}
Sin más, el cuento termina por mostrar la sabiduría que hubo en esos regalos, y en una analogía con los reyes magos -que ofrecen, por sintetizar, lo elemental- funda su postura que defiende - y bajo mi exclusivo prisma torneado- la simbología que encierra el amor y sus formas, lo simbólico de las manifestaciones, el pre-discurso que contornea nuestra manera de otorgar sentimiento en la repetición de una ponderación que -a la vista está- no es nuestra...
Así, en mi carrera de hoy, lamento -aunque no me guste reconocerlo- no tener ESO que perder. Yendo rápido las cosas no adentran -porque las cosas son COSAS, y como ya lo dije en otro post y como también lo dice el Código Civil (que desde Agosto también será Comercial) tienen precio, y "lo que vale no se compra". Quise decir, antes de perderme en el derecho que no deja de perderme, que acumular obligaciones en busca de capital es directamente proporcional a des-acumular ratos para sentir.
Así, me voy a dormir, después de un cuento hermoso que casi había olvidado, de una moraleja que no deja de darme un poco de bronca por lo buena que es, y con bastante ganas de hacerle cucharita a alguien más que a Schopenhauer, mi perro.